De Demon’s Souls a Elden Ring: la culminación de una idea - MeriStation
Opinión
No sé si una saga que se ha distribuido desde su primera entrega con uno de los mayores publishers de videojuegos del mundo, ha vendido millones de copias y ha sido anuncio en televisión en campaña de Navidades es nicho o no, y me interesa relativamente poco. Lo que sí sé es que cuando llegó Demon’s Souls fue de tapadillo, con algunas notas americanas sorprendentes, la etiqueta del “juego más difícil de la historia” y que definitivamente, eso no era para todo el mundo. O eso parecía. Nos adentramos en la saga de From Software casi como aquel que lo pasa mal en las películas de terror, pero no puede dejar de mirarlas. Y 13 años después, aquello culmina de la mayor y mejor manera.
Demon’s Souls era un juego críptico. Pretendidamente desordenado. Donde la segunda fase cronológica no tenía que ser la que debíamos seguir. Donde un dragón podía quemarte al poco de empezar y un simple esqueleto te mataba de dos golpes. La puerta de entrada al juego era dura, obtusa, y con una fórmula chocante: estas almas son lo más valioso que tienes, pero si mueres lo pierdes ahí donde caíste. Y si mueres antes de llegar a ese punto, lo pierdes para siempre. Poca broma, ¿eh?
Demon's Souls era críptico, te castigaba por cada fallo y le colgaba la etiqueta del más difícil; solo era el principio de lo que estaba por venir
Hoy damos por sentadas muchas de las bases que se establecieron en el juego. Casi no miramos mensajes en el suelo o charcos de sangre que en 2009 eran nuestros únicos aliados (aunque no siempre…) en un mundo incomprensible. A su dificultad se le añadía cierta tosquedad en el control, trampas de muerte asegurada, jefes imposibles y esa sensación de que queríamos avanzar, superarnos, aunque no supiéramos exactamente para qué