Chris Paul es una delicia
Es, y tiene que ser, el año de Chris Paul. Con casi 37 años el margen de error es increíblemente pequeño para un base que, además, el año pasado estaba a 2 victorias del anillo y perdió los 4 partidos siguientes. Es el momento de la verdad, el día D y la hora H. Está en el lugar y en el sitio adecuado, le queda baloncesto, ha participado en una temporada de 64 victorias, tiene un buen entrenador, está inmerso en un Oeste desmadejado y tiene las Finales a la vuelta de la esquina. Todo o nada para el base, que es el líder moral y espiritual del favorito a la NBA, unos Suns que opositan a ese anillo que se les escapó el año pasado y que quieren escribir su nombre en la historia. Y que ya tienen ese recuerdo de la derrota necesario, a veces, para encarar la victoria del título. Ya vivieron esa derrota que les sirvió para constatar algo que Chris Paul ya conoce muy bien pero que todo el mundo, en la NBA, acaba aprendiendo: ganar no es fácil. Nunca lo es.
Los Suns se estrenaron con victoria, no podía ser de otra manera, en los playoffs de la NBA 2022. Lo hicieron ante los Pelicans, su rival, el último clasificado del play-in tras vencer a los Clippers sin Paul George. El enfrentamiento es una de las eliminatorias, a priori, más claras de la primera ronda y, en teoría, se podría (o debería) resolver por la vía rápida. Esto interesa a los Suns, cuyo alargamiento no supondría un cansancio a las incombustibles piernas de su gente joven pero sí para las de Chris Paul, que no se puede permitir el lujo de llegar fatigado a la parte final de las eliminatorias por el título. Ya le pasó (y los Suns lo notaron) el año pasado en la serie ante los Bucks. Y no es, por inteligencia y veteranía, alguien que tropiece dos veces en la misma