Vicente del Bosque: Paco Gento, bondad y discreción | Deportes | EL PAÍS
Cuando en el verano de 1968 llegué al Real Madrid con 17 años desde mi Salamanca natal, todavía formaba parte de la primera plantilla del Real Madrid y en las dos temporadas que estuve en el juvenil y en el aficionado, el primer equipo con él con el 11 ganó dos Ligas consecutivas. Como todos los jugadores de la cantera teníamos el privilegio de tener un pase para acudir al Santiago Bernabéu y podíamos ver casi todos los partidos, salvo que coincidiera con los nuestro yo no me perdía uno. Podía tener ya 35 años, pero con la pierna izquierda. Tiraba los penaltis. Entonces, que yo era un chaval, verle en directo me causaba una sensación especial porque era una de esas leyendas de nuestro fútbol que cuando eres niño tienes idolatrada.
No coincidimos por poco en el primer equipo. En su última temporada, la 70-71, yo fui cedido al Castellón, aunque, evidentemente, seguía al Real Madrid con toda la intensidad que me permitía la distancia. Sus dos últimos partidos fueron la final repetida de la Recopa contra el Chelsea en Atenas. Aquella en la que Pirri jugó el desempate con el brazo en cabestrillo. Al final de esa temporada, el club decidió dar la baja a muchos jugadores, entre ellos a Paco, y lo que fue más sorprendente, también al jugador que durante años había sido su suplente, Manolín Bueno, y que se pensaba que sería su relevo natural en el equipo.
Fue una reestructuración profunda. También salieron Betancort, Borja, Planelles, Manolo Sanchís, padre… que se fue al Córdoba, donde yo también llegué cedido. Al club llegaron los Santillana, Aguilar, Corral, Anzarda, Verdugo, García Remón…
Años más tarde, estando yo ya de coordinador de la cantera, coincidí con Paco cuando, después de unos años entrenando fuera, en el Palencia, en