Real Madrid - Manchester City: Madrid, días de furia... y fútbol | Deportes | EL PAÍS
La imagen era clara,, por una vez vencido por la cadera de Grealish, miraban impotentes ese balón que se dirigía manso a superar la línea de meta. El segundo gol del City estaba a punto de certificar la derrota del Real Madrid y Courtois, como todos los que en la vida han sido guardametas, buscaba eso que uno de mis primeros entrenadores llamaba el “despeje del chino”, porque asociaba esa mirada con la capacidad de desviar el balón con el poder de los ojos.
Todo se iba por el desagüe, un defensa zurdo despejando con su pierna derecha —o sea, todo lo contrario de un elemento de seguridad— para sacar el balón y seguir dando vida a los sueños de clasificación.
Un minuto más tarde, todavía los madridistas tocados por una oportunidad tan manifiesta, permitirían que, otra vez, Grealish volviera a aparecer por parecidos territorios para aplicar un disparo crudo que era gol o gol. Esta vez Courtois no fio del “despeje del chino”, estiró su pierna izquierda y con los tacos de su bota mandó la pelota fuera. Y este asunto contradice a aquellos que, tras un partido que hoy resulta casi más difícil de explicar que ayer y que dentro de años se explicará solo desde las emociones, dicen que eso que pasó en el Bernabéu no entra en ningún algoritmo, en ningún programa de big data.
No señor. Lo que fue decisivo fueron los milímetros de los tacos del portero belga (podríamos también hablar de los de sus manos, pero eso ya lo vemos casi cada día), definitivos para dejar abierto el bulevar de los sueños que transitó, luego Benzema y con ellos todos los seguidores madridistas en el estadio y por todo el mundo.
Y en la búsqueda de esas explicaciones no encontradas (les confieso que yo necesité confirmar el resultado en la mañana de ayer) muchos, yo