¿Quién es Diego Cervero?
Sergio Cortina
Cuando tenía seis años me regalaron mi primera camiseta. A mi madre no le hizo falta empufarse porque en los ochenta bastaba con bajar a la mercería, comprar la más barata que hubiera y coserle en el pecho el escudo que vendían por separado. El marketing aún no nos había molido la cabeza a palos. Jamás quiso remendar ni un calcetín porque recordaba los muchos que tuvo que reciclar cuando era niña, pero allí estaba zurciendo aquel escudo diminuto con esmero. Llegados a este punto de nostalgia marrullera la frase que viene a continuación pudo no haber sucedido nunca, pero el caso es que mi madre se puso solemne y dijo: «Sergio, aquí la tienes. No necesitas más para ser del Oviedo». He pensado en esto ahora que se retira Diego Cervero. Nunca fue el más hábil y nunca jugó en Primera, pero nunca necesitó más para enseñarnos lo que significa el orgullo por unos colores.
«Yo no sé si podré llevar a este equipo a Primera por mi poca calidad, pero hasta que el Oviedo no suba a Segunda B, o me muero yo o de aquí no me muevo. Por mi madre y por mi padre, eso lo tengo muy claro». El Oviedo acababa de perder la promoción de ascenso a Segunda B frente al Arteixo y Cervero, entre lágrimas, se rompía frente al micrófono con una de esas frases candidatas a terminar tatuadas en alguna espalda peluda a las cuatro de la mañana. Se retira Diego Cervero y deja una riada de goles y ascensos en el infrafútbol. Solo para el Real Oviedo facturó 141, poca broma, entre ellos uno fundamental para ascender a Segunda, el gol que más grité en mi vida. Pero el 'Doc' es mucho más. Es un símbolo extraño y contracultural. Junto a él ha crecido una generación de aficionados cuyo único orgullo es simplemente empujar a esos clubes que nunca ganan