Nuestro derbi es París
Tomás Roncero
Dos guiones opuestos. Cerca de 64.000 atléticos acudieron al Wanda como si les fuese la vida en ello. Los 300 madridistas que irrumpieron en territorio rojiblanco se limitaron a pasar la tarde con la felicidad de saberse campeones y convencidos de que este derbi era casi como un Trofeo de San Isidro (el próximo domingo celebraremos las fiestas de nuestro patrón). De hecho, mi amigo Alfonso Moreno, que acudió al partido con sus hijos Gonzalo, Pablo y Alfonso, me dijo tras el encuentro que fue una gozada irse del campo al grito de “¡Campeones, campeones!”, ante el que los vecinos no pudieron replicar dado que la realidad es incuestionable: unos celebran meterse en la Champions y otros un posible doblete que sería caviar y oro puro en la misma bandeja. El pensamiento de la tropa del Cholo está en Elche, allí juegan el próximo miércoles, y la de Ancelotti en la final de París ante el Liverpool. Maneras de vivir...
Incomparecencia. No hubo pasillo, ya estábamos avisados. Allá ellos por perder esta oportunidad de quedar como un club señor. Encima, el club rojiblanco permitió que en su fachada principal se colgase una pancarta de mal gusto, que incrementa el mal sabor por el ‘no pasillo’: “La Prensa y los de amarillo, 120 años de pasillo”. Estos topicazos victimistas reducen la fuerza de una institución. Sobre todo si encima ganas el derbi con un gol gracias a un penaltito. El forcejeo de Vallejo con Cunha, como dijo Iturralde en el Carrusel, no es para penalti. El VAR se activó porque el central aragonés le pisa sin querer al brasileño. Pero estaba ya cayéndose. El VAR no está para una jugada más gris que el primer tiempo que hizo el Madrid. Y no olvido que la patada alevosa de Savic a Nacho le salió gratis al