Lo tuvo el Atleti
Ese Atleeeti, Atleeti aguijoneaba el silencio al terminar el partido. Era un grito al cielo del Metropolitano. Un grito dedicado a esos valientes que miraban desde la hierba. Rotos, paralizados, entre lágrimas. Varios minutos hacía ya que se había terminado el partido y ellos aún no se habían podido marchar. Les retenía su gente, su afición, ese Atleeeti, Atleeeti. Había perdido su equipo, eliminado de la Champions, y sin embargo nadie allí se sentía perdedor.
Esta es una eliminatoria que solo puede empezar a escribirse por el final. Cuando el brillo es ceniza. Cuando ves a Guardiola acabarlo con los puños en alto, abrazado al cerocerismo y al 1-0 de la ida como billete a la semifinal. El Atleti despertó tarde, cuando a los cuartos le quedaban solo cuarenta y cinco minutos. Cuarenta y cinco minutos que llenó de ocasiones. Cuarenta y cinco minutos de taquicardia en el pecho, de rezar en voz alta esa palabra, Atleeeti. Cuarenta y cinco minutos en los que se acarició la prórroga mientras los futbolistas del City, incapaces, caían al suelo como bolos, en esa vieja treta del fútbol desde la prehistoria: perder tiempo cuando se gana y se quiere ganar. Sí. También Guardiola.
Desde la primera pelota, Simeone demostró que la idea era otra, esta vuelta la segunda parte de su plan. Lemar era la novedad en su once. Un Lemar para atraer y filtrar entre líneas. Enfrente, para el City, Bernardo Silva ejercía de falso 9, Walker estaba de vuelta y Cancelo y Mahrez ampliaban el verde desde las bandas. El Atleti tenía claro su guion. Cada vez que se hacía con una pelota, salida por banda y Lemar buscando a João. El primero, rápido y a un toque; el segundo, libre. Koke, cubriendo las espaldas de los dos.
A los catorce minutos, una venda cubría


