Ja Morant reina en el manicomio
El que entienda esta eliminatoria, que la compre. Si el drama, los momentos que pueden cambiar legados y los giros de guion que van conduciendo al anillo (veremos a quién) parecen manejarse en otras series, el Grizzlies-Timberwolves está siendo algo así como la llamada de lo salvaje, una montaña rusa en la que chirrían demasiadas tuercas pero de la que te acabas bajando con la adrenalina por las nubes. Un asunto para no pensar, ante el que los entrenadores se santiguarán y que debería suministrarse con la advertencia de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
La cosa está 3-2 después de un cardíaco 111-109 que deja a los Grizzlies, el segundo mejor equipo de la fase regular en toda la NBA (aunque ahora no lo parezca) con dos bolas de partido, la primera el viernes en Minneapolis. La segunda, si se llega al séptimo, el domingo de vuelta en Tennessee. La cosa está 3-2 pero podía ser ya un 4-1. Y, sobre todo, podría ser un 2-3… o un 1-4. Los Wolves han sido mejores durante gran parte de la eliminatoria, han dominado en tramos más largos y han aplicado más su plan… si es que alguien se atreve a sugerir que cualquiera de estos dos equipos tiene algún tipo de plan. En el tercer partido, los Wolves perdieron dos ventajas de 25 puntos. En este quinto, el balancín entre el 3-2 y el 2-3 y generalmente la llave para la clasificación, ganaban por 11 al final del tercer cuarto y por 13 (79-92) a menos de 10 minutos para el cierre. Pero los Grizzlies encontraron, otra vez, la forma de escapar. No están jugando a su nivel, no están haciendo muchas de las cosas básicas que deberían hacer. Pero están a una victoria de avanzar.
No tiene mucha explicación, o tiene una: Ja Morant. El base, que está haciendo una