El fin de fiesta en el Real Madrid | Deportes | EL PAÍS
Hay veces que los estrategas de la comunicación desean tener alguna carta secreta que jugar en caso de que las cosas vayan mal y se pongan feas en este siempre convulso mundo del fútbol. Les gusta disponer de algún comodín a descubrir en caso de que vengan mal dadas y esto es entretenido. Te hace sentir por un momento dentro de aquella maravillosa serie que era El ala oeste de La Casa Blanca hasta que, un día, tú mismo te conviertes en el comodín y caes en la hoguera.
Pensaba en todo esto mientras veía a Mbappé celebrando ese nuevo contrato como si fuera un título. Uno de esos grandes y exclusivos. De los que merecen un lugar en el museo de cualquier club. Y hasta puede que tenga razón al celebrarlo con esa gran sonrisa, porque el francés es un jugador en el que se puede poner la confianza para que te ayude a llegar, por ejemplo, a la gran copa. Ya conocimos esa misma situación cuando Neymar cogió sus maletas y se presentó en París para vestir los mismos colores que en Barcelona, pero con menos rayas en su camiseta. Un fichaje para marcar época y tiempos de felicidad por las tierras parisinas. Tiempos que ahora parecen acabados… o muy cerca de finalizar.
Qué les voy a contar de esa otra situación con Messi. Messi, Neymar, Mbappé. Ni en la PlayStation.
Una colección de los mejores cromos, de aquellos que eran siempre los más difíciles y los que no había forma de obtener.
Ya digo que no vamos ahora a ni siquiera insinuar después de muchos meses de estar seguros de que jugaría en España que Mbappé no es un extraordinario jugador. Enorme. Pero ha mostrado unas habilidades en el dribling, el amago, la finta y el desmarque, siempre con una sonrisa, que hasta nos hablaba en español. Y mientras él guardaba la pelota, nosotros