«Un paloma no hace verano», decía con su impagable idioma castellano Johan Cruyff, eterno referente al que hay releer cada vez que ocurre algo interesante, o al menos llamativo, en el Barça. Lo tiene aprendido Xavi, que estuvo equilibrado en la sala de prensa después de la victoria ante el Atlético. «No podemos sacar pecho, hay que ser humildes», advirtió antes de pedir que el equipo encadene tres buenos resultados para ganar crédito. El objetivo es no caer en la euforia artificial que rodeó al equipo después del Clásico de la Supercopa en Arabia. con un discurso triunfalista en el que anunció la vuelta de un equipo que, en el fondo, no había hecho sino caer en la semifinal de un torneo menor en el que había jugado una buena segunda parte, pero en el que había estado perdido durante muchos minutos después del 1-0 contra el Madrid y que fue tremendamente inocente en la acción del 2-3 que volcó el partido del lado del Madrid. «Me dio pena que se dijera que estábamos orgullosos; no debe ser así», tiró de las orejas De Jong a su presidente. El relato, equívoco y mal entendido, terminó con el atropello en la Copa en San Mamés.