Si hace dos décadas Riazor vibraba con la Liga de Campeones, ahora lo hace con la Youth League. En un Riazor con 20.115 espectadores para ver un partido de juveniles, toda una bendita locura que ya es una victoria. Un equipo dirigido por un Manuel Pablo que hace 20 años se comía el carril derecho y ahora orquesta este nuevo milagro desde el banquillo. Al sueño le faltó la guinda, que comenzó a torcerse cuando los coruñeses se quedaron con diez en el minuto 36 por la expulsión de Rubén López. Ahí mandaba el Depor 2-1 después de desarbolar al Dinamo de Kiev, que no pudo empatar hasta quince minutos del final. La resistencia gallega llevó el partido hasta los penaltis, a rozar una épica que merecieron. Pero ahí apareció el meta Ihnatenko, los nervios y el destino. Cruel epílogo para la gesta de un Depor que rozó los octavos de final, pero que se quedó con la miel en los labios. Noche dura para una camada que sin dudad en muy poco tiempo volverá a vivir días grandes. No lo duden.