Sufriendo y sangrando, al Maradona
Mirko Calemme
El Nápoles salió vivo del Camp Nou y eso debe celebrarlo como una victoria. Da igual si, considerando el momento opuesto de los equipos, hasta se pudo llegar a Barcelona con la ilusión de ganar. Los azzurri abandonaron la posesión del balón poco a poco, con el paso de los minutos, y acabaron el partido cansados, agobiados y, en el caso de Fabián, hasta ensangrentados. La primera parte, sin embargo, había demostrado que, si se lo creían un poco más, los de Spalletti sí podían hacerle daño a los azulgrana. El 0-1 llegó tras media hora igualada, aunque justo después de una de las enormes oportunidades desperdiciadas por los locales.
La bonita jugada que llevó al tanto de Zielinski, no obstante, fue de las pocas que le salieron bien a los sureños, que en la reanudación no fueron capaces de salir de su mitad de campo. Osimhen se quedó muy solo, luchando en la tierra de nadie, y, cuando le sustituyó, Mertens apenas pudo recibir balones. Tocó sufrir, pero el Nápoles supo hacerlo gracias a su buena organización (tiene la mejor defensa del Calcio), a la falta de puntería de sus rivales, y a un poco de suerte. El Barça fue mejor, quizás más de lo que se podía esperar, pero su único gol, en el fondo, llegó gracias a un penalti de microscopio. Este 1-1 le ofrece al Nápoles una oportunidad histórica. Spalletti, con el empuje del Maradona a su lado, tiene las armas para aprovecharla.
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