Real Madrid: "Eduardo dice que volverá, que se le pague con zumos de manzana"
En Fougères, en la Bretaña francesa, lo que más recuerdan de Eduardo Camavinga no es su fútbol, sino su kilométrica sonrisa. “Nos alegra ver que en Madrid no la pierde, es su seña de identidad y allí se le ve muy feliz”. Así hablan en su pueblo de este talento que hasta hace apenas ocho años estaba trotando por los verdes campos de esta localidad de apenas 27.000 habitantes, que hoy se ve a dos días de ser campeón de Europa como madridista.
La huella del precoz internacional francés y nueva sensación del Madrid por esta zona es enorme. Fougères es un punto a 331 kilómetros de París que cuenta con un imponente castillo, el más grande de la Francia medieval y aún en pie con trece torres, callejuelas que inspiraron a visitantes del pelaje cultural de Balzac y Victor Hugo, y también en unos pocos kilómetros a la redonda dos campos de equipos distintos bautizados con el nombre de Eduardo Camavinga.
La llegada del mediocentro a Fougères fue un alivio para su familia, Eduardo había nacido dos años antes en Angola como refugiado de la guerra del Congo, pero salvada la vida, tocaba ganársela. “A su familia no le asusta el trabajo duro, su papá, Celestino, lo hacía en un matadero cercano”, cuenta a este periódico Michael Linhoff, presidente del AGL Drapeau-Fougères, ahora mismo en Quinta división del fútbol francés. Mamá Sofía insistió en que Eduardo fuera allí para que dejara de destrozar cosas en su pequeña casa, perteneciente a los servicios sociales. “En cuanto le vimos, supimos que era especial”, rememora Linhoff, que a modo de inspiración le ha dado el nombre de Camavinga a la nueva ciudad deportiva del equipo. El madridista fue a inaugurar el primer campo en 2020, cuando ya era estrella del Stade Rennes (le ficharon cuando


