Quico Catalán, Kilómetro 0 hacia el ascenso
una vez consumado el descenso en el Santiago Bernabéu transmitían muchas cosas y ninguna que en sus planes esté marcharse. Fue él quién dijo en enero que pondría su cargo a disposición, aunque lo hizo sin detallar cómo lo haría. Ni falta que hace ahora. Quico tiene que seguir porque del fango sale quien entró, como ya hiciera en el 2017, y desde hoy mismo comenzar a «analizar, aprender, corregir y hacer un proyecto para ascender».
El diagnóstico de lo ocurrido este curso, con el cuerpo del difunto aún presente, es simple de hacer: una confección de plantilla en la que los éxitos cegaron, se perdió la perspectiva y en la que no se quiso ver que hacía falta algo más que retoques como Soldado o Mustafi. Todo ello en un vestuario con rupturas internas por renovaciones desfasadas, en una gestión en la que cada vez de delegaba menos, y la guinda fueron decisiones trasnochadas en los banquillos: una por premura, la destitución de Paco López, que se hizo en tiempo y forma equivocada, y en otra por ternura, la apuesta por Javier Pereira, siete partidos que minaron la moral granota. La elección y fracaso de Pereira propició que lo que empezó siendo una crisis de resultados, coyuntural, se llevara por delante a la dirección deportiva, sumándose después la salida del club de gente cercana al presidente, transformándose la crisis en estructural, hasta el punto de tener que salir Quico a decir aquello de que «en junio pondré mi cargo a disposición» para al menos tratar de evitar seis meses de crispación social. Eran tiempos de cánticos contra el presidente en los partidos y de un recibimiento hostil al equipo tras ser goleado en La Cerámica.
En ese tiempo transcurrido de tregua, Quico Catalán puso la primera piedra de la carretera hacia