Mejor no es perfecto: Rafa Nadal ya es historia definitiva del deporte
Claves para entrenar una mente ganadora.
Clase magistral de resiliencia de cinco horas y 24 minutos el pasado domingo en Melbourne. El maestro: Rafa Nadal. Los alumnos: todos los que vibramos como hacía tiempo que no lo hacíamos en una final. Y Medvedev, claro. La final más dura, la final más inesperada y celebrada. Una que se jugó en cada punto y que nos mantuvo enganchados a la pantalla sufriendo como si no hubiera un mañana (y como si no hubiera que comer). Sí, el estándar de lo que debe ser una gran batalla por ser el mejor.
Rafa Nadal remontó dos sets en contra, pero su rival no le dio respiro. No le puso fácil lo que, al empezar al torneo, parecía imposible: conquistar 21 grand slam (y coronarse como el mejor de todos los tiempos) en un Abierto de Australia al que acudió con ambición, pero consciente de dónde venía: seis meses para olvidar. Lo del domingo fue una final que volvió a darle un giro al concepto resiliencia. A ponerla en boca de todos cuando algunos se habían olvidado. Y a callar las de quienes ya le daban por ‘retirado’.
Resiliencia es saber sobreponerse cuando las cartas vienen mal dadas y de eso Nadal sabe mucho. Resiliencia es aceptar con humildad y sobreponerse con valentía. Resiliencia es vencer la adversidad. En el caso de Nadal, seis meses prácticamente sin jugar, arrastrando una lesión que lo acompañará lo que le quede de carrera y con la que ha hecho historia al alzarse con la copa de campeón.
¿Qué distingue al deportista resiliente?
Que lo es una vez y mil veces. Las que haga falta. Rafa Nadal llegó a la final del Open de Australia habiéndolo dado todo en cada partido y, al mismo tiempo, sin preparación previa para lo que ya sabía que no iba a ser un camino de rosas. Llegó, contra todo pronóstico.