Los Futbolísimos - Capítulo 2 -
—La noticia mala… o sea… la mala noticia es… —empezó a decir Alicia.
Pero no pudo terminar la frase.
¡¡¡BRRRRRRRRRRRRUUUUUUUUMMMMMM!!!
Un enorme ruido hizo temblar la furgoneta.
—¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!!
—¡AGARRAOS FUERTE, KIDS! —exclamó la hermana Clarence.
La furgoneta salió despedida… ¡y se estampó contra un árbol al borde de la carretera!
—¿Qué ha sido eso? —preguntó Esteban, mirando alrededor—. ¿Un terremoto? ¿Un huracán?
—Nada de eso, darling —respondió la hermana Clarence—. Rhinoceros!
—¿¡Eh!? —dijo Esteban.
—¡Ha sido un rinoceronte! —tradujo Anita.
Y señaló a través de la ventanilla.
Entre la multitud despavorida, se podía ver claramente a un gigantesco rinoceronte con un enorme cuerno, justo delante de nosotros.
Emitió un bufido.
Movió la cabeza.
Y levantó una nube de polvo con la pata delantera.
—¡Se está preparando para embestirnos otra vez! —gritó mi madre.
—¡No te inventes cosas, Juana, por favor! —dijo Alicia—. ¿De repente eres una experta en rinocerontes?
El animal movió su grandísima cabeza arriba y abajo.
—Está oliéndonos —explicó Anita—. Los rinocerontes no ven muy bien, pero tienen el sentido del olfato y del oído muy desarrollado.
—Fenomenal, listilla —dijo Toni—. ¿Y qué se supone que tenemos que hacer ahora?
La hermana Clarence tocó el claxon con ambas manos.
¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII! ¡PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
Hizo señas a las personas que teníamos delante para que se apartasen.
¡Y arrancó!
Salió derrapando a toda velocidad.
A pesar del golpetazo, la furgoneta aún funcionaba.
El rinoceronte… ¡echó a correr detrás de nosotros!
Ocho y Camuñas se abrazaron, aterrados.
—¡Un rinoceronte asesino quiere acabar con nosotros! —exclamó Angustias, escondiéndose bajo el asiento.
—Pues a mí