La dictadura de los ‘bajitos jugones’ en las Final Four
Cuando en vísperas de la gran cita del año en Europa, la Final Four de la Euroliga, alguien pregunta quién ganara. Conviene fijarse en los bajitos jugones de cada equipo, o no tan bajitos, en esos jugadores exteriores (bases y escoltas, sobre todo, y algún alero) que desequilibran con su talento, velocidad y tiro, con una capacidad innata de generar ventajas y leer el juego. Esos que marcan la diferencia a un partido y que suelen aupar a su equipo al título.
No hay nada escrito de manera indeleble, pero un repaso a las últimas ediciones nos da una idea de por dónde van los tiros. En el año 2000, aún en la era FIBA, Rebraca, el gigante serbio, entonces en el Panathinaikos, se llevó el MVP de la Final Four. Desde entonces el desfile en ese premio de exteriores muy talentosos hay sido casi permanente, con las únicas excepciones de Nocioni en 2015 (al Madrid llegó con 35 años para sustituir a Mirotic y jugar de ala-pívot) y de Udoh en 2017 (dominó la Final Four con intimidación, fuerza y también su capacidad de pase desde el poste en el Fenerbahçe).
El curso pasado, el héroe del Anadolu Efes fue el base Micic, doble MVP, de la fase final y de toda la temporada. Y de ahí hacia atrás, con las citadas dos excepciones, aparecen Clyburn, Doncic, De Colo,, Spanoulis tres veces, Diamantidis dos, Navarro, Langdon, Papaloukas, Jasikevicius, Anthony Parker, Bodiroga dos veces, Ginóbili y Ariel McDonald. Grandes anotadores y manejadores del balón para provocar situaciones de ventaja para ellos y sus compañeros, algunos más físicos como Parker y Clyburn (el del CSKA sí ha alternado entre alero y ala-pívot, pero muy exterior y con bote para penetrar) y otros capaces de jugar en casi todas las posiciones, y Bodiroga, pero con un patrón que