Johaug, del infierno al cielo
Los 30 kilómetros libres en salida masiva son una de las pruebas más duras de los Juegos Olímpicos de Invierno. Muestra de ello es la estadounidense Jessie Diggins, medalla de plata. Nada más cruzar la meta, cuerpo al suelo, sucumbiendo a la emoción del momento, pero también al esfuerzo. Aún más, con la meteorología actual, que ha estado cerca de cancelar la primera prueba olímpica, el paralelo por equipos mixtos, desde 1928. Pekín, que arrancó con un clima más o menos amable para los atletas, ha visto como, con el avance de las competición, sus condiciones se complicaban de forma drástica. Casi -15º, no excesivos para lo visto, pero endurecidos por las fuertes rachas de viento. En el podio, sin ir más lejos, las atletas recibían sus premios con la cara visiblemente helada, añadiendo épica a una de las carreras reinas del olimpismo invernal.
En este infierno bajo la nieve, Therese Johaug tocaba el cielo. No esperaba al final. En los últimos metros, pedía la bandera de su país y la intentaba desplegar en su avance encima de los esquís. Se le complicaba, fruto del propio viento, pero el mensaje, ratificado por sus lágrimas finales, quedaba claro. Con un tiempo de 1:24:54.0, tras casi una hora y media de batalla, abrazaba su tercer oro en Pekín.. Diggins, con su 1:26:37.3, la seguía y la finlandesa Kerttu Niskanen (1:27:27.3), adelantando en los metros finales a la sueca Jonna Sundling (1:27:29.4), completaba el podio. El último para el país hegemónico en Pekín y, posiblemente, el último olímpico en la carrera de Johaug.
Johaug, junto a Diggins y Niskanen en el podio.MARKO DJURICA (REUTERS)
A sus 33 años, todo apunta a la retirada. Al fin de una carrera con luces y sombras. Estas últimas, concentradas en su mayoría en 2018,