Gracias al VAR y a Carrasco
Nada, niño, podía defnir la tarde como esa frase. Mad, bad and dangerous. Ese último minuto. El balón que vuela al área del Espanyol y la pelota que impacta en el codo izquierdo de Raúl de Tomás. Es el minuto 99, el árbitro ya ha pitado el final pero desde el VAR le han llamado, ha ido a la pantalla, ha señalado el punto de penalti. Carrasco se pide el balón. Carrasco lo lanza. Carrasco bate a Diego López. El Metropolitano estalla, en tu día, el de los niños. Mad, mad, mad, niño, esto es el Atleti, precisamente esto, lo inexplicable, la bendita locura llenando el aire. Los gritos. La alegría. Tres puntos cuando se perdían dos. LaLiga de 14 otra vez desencallada. Y esa sensación. Las nuevas normas del fútbol quizá pretendan que los futbolistas entren en las áreas con los brazos desatornillados, como en el futbolín. Unas manos que condicionaron los planes de los dos entrenadores.
Vicente Moreno planeó el partido largo, desde el inicio, mostrando su once como el tablero de un maestro en una partida de ajedrez. Los cinco defensas con los que saltó el Espanyol obligaron al Cholo a un giro de muñeca: renuncia al 4-4-2 para hacer de la moto de Llorente un híbrido: en defensa al carril, en ataque con libertad para subir. Fue de lo poco con movimiento en la primera parte de un partido en el que el Atleti volvió a mostrar todos los males que acogotan en la temporada. Todos los terremotos del mundo se concentraron en las piernas rojiblancas cuando Cabrera saltó solo para cabecear un córner y obligar a Oblak a sacar la manopla.
Bad. Bueno, a veces los partidos son así, niño. Un poco bad al principio, invitación a la siesta. Eso y el costurón en las piernas. La eliminación ante el City. La prórroga que se rozó después de 45’ de épica


