FINAL CHAMPIONS | BARCELONA - LYON Que nadie se baje del barco
Santi Giménez
Turín fue Atenas. El Barça llegó a Turín como el de Cruyff aterrizó en el 94 a la final de Atenas contra el Milan y se llevó la misma decepción. Como pasó hace 28 años, el entorno barcelonista se preocupó más de cómo celebrar el éxito hablando de rúas, de homenajes y de cambios de dinastía que de ganar ante un rival mayúsculo que de salida se comió a las jugadoras del Barcelona con un despliegue físico que se impuso al juego de las catalanas. El Olympique llegaba picado en su orgullo y demostraron que siguen siendo las reinas del fútbol europeo. Pero detrás de ellas sigue un Barça que va a seguir creciendo como lo hizo el club blaugrana tras el palo ante los de Capello.
Lección aprendida. El Barça tiene sus códigos y esos pasan por la discreción. Con la final de Turín el equipo blaugrana jugó a ser el Madrid, que es un equipo que en cuanto se sortean los octavos de final de la Champions ya empieza a vallar La Cibeles. Aquí estas cosas no funcionan aunque sean compatibles con una ilusión colectiva que ha llevado a muchísima gente a subirse a un barco del que nadie debería bajarse, porque el viaje vale mucho la pena. El trabajo, y las cosas bien hechas no están reñidas con la humildad.
Las primeras veces. Seguro que hoy y durante los próximos días las jugadoras de Jonatan Giráldez serán inconsolables, pero deben de saber que lo que han hecho por el fútbol, las mujeres y el Barça es impagable. Deben de saber que gracias a ellas muchísimas niñas y niños fueron por primera vez al Camp Nou, viajaron por primera vez a una final y que, como dijo la vicepresidenta Elena Fort, fueron la alegría de un club que vive tiempos sombríos. Esa victoria no s ela quitará nadie y lo que pasó en el campo es deporte y ahí, perdieron