El Atleti calca su año en Anoeta

Hacía un año, un año justo, que el Atleti había sido campeón en Valladolid. LaLiga sin público. Aquella del puntín de Correa y de Suárez. Del abrazo en el Villamarín. De la pareja Trippier y Llorente. Del penalti que Oblak le detuvo a Joselu. Aquella que Griezmann vio por la televisión, añorando terriblemente al Atleti y al Cholo. 365 días después, el francés era uno de los rojiblancos que le bajaban el telón a una Liga en la que se ha cumplido el objetivo, la Champions, pero a poco sabe. Muy poco en realidad. Todos esperaban más. Hasta ellos mismos. Ni ser terceros.

Desde el inicio mandó Imanol. El partido se jugaba en el centro del campo. Y ahí, con su rombo, Zubimendi en un vértice, Rafinha, casi mediapunta, indescifrable para Kondogbia, en otro, Ia Real tenía cuatro hombres por los tres del Cholo. Al Atleti le costaba trabajo crear y llegar. Como si quien jugara por algo más que el orgullo fueran los vascos y no al revés. El Atlético salió con un empeño: retratar fidedigno lo que ha sido su año. La pura irregularidad. Más nada que glorias.

La Real empezó a tener ya no sólo el centro del campo, también las ocasiones. Ante Remiro apareció un par de veces Carrasco para desvanecerse al pisar el área. El foco de la foto de fin de curso volaba ahora hasta Griezmann. El Griezmann de la 21-22, gris. Ni siquiera de vuelta, respirando Anoeta. Ni pisaba el área. En la contraria, Felipe trataba de romper todas sus fotos feas con oficio e intervenciones impecables, forrado de candado. Por su vera nadie pasaba. Sorloth se escapó, sin embargo, de Reinildo. Un corte por allí, un quiebro por allá y un remate que Oblak no blocó. El rechace lo estrelló Rafinha en el palo cuando Anoeta ya tenía el gol en la lengua. Cuando asomaba el