Doncic sucumbe a los Warriors y a Draymond, Rey de la polémica
Ganar tres veces el anillo de la NBA son palabras mayores. Casi nadie lo ha conseguido, y los que sí los podemos decir de memoria un grupo de obsesionados con este deporte, pero siguen siendo una minoría muy ruidosa que por ser precisamente una minoría está en la élite más absoluta. Si todo el mundo ganara tres anillos, nadie sería realmente especial. Como sí son los Warriors, una auténtica dinastía que sigue a lo suyo, impertérrita ante el paso del tiempo, enormérrima en cuanto a talento, con la añoranza de tiempos pasados convertida en deseos del presente y una capacidad innata para reponerse de dos ausencias consecutivas a los playoffs con, quién sabe, otro anillo. Si llega, que ya veremos, sería el cuarto de la dinastía en sus sextas Finales. Todo una hipótesis momentánea, pero que tienen más cerca tras poner un 2-0 por obra y gracia de la experiencia, el calor del Chase Center, las acertadas decisiones de Steve Kerr y la capacidad de Draymond Green para desatar la locura e impedir que una ventaja de 19 puntos llegue a más. El hombre que más sabe siempre aparece. Y Green sabe. Mucho. A veces incluso, demasiado.
A 10 minutos para finalizar el segundo cuarto, Draymond recibió su primera y última técnica. Los Warriors caían de 8 puntos (30-38), de 9 tras el tiro libre de Reggie Bullock, habían comenzado 2-10 y no daban con la tecla. No estaban cómodos, bien puestos en el Chase Center, una casa que es la suya y que todavía no ha experimentado el éxito que si vivió el antiguo Oracle. Y Green, que sabe cómo y cuándo desatar la locura, empezó a hacer de las suyas. No fue expulsado en ese periodo por la permisividad arbitral que le concede su estatus. Y siguió todo el periodo intentando cortar el ritmo de un equipo que anotó