Abramovich ya tiene la Copa que le faltaba
Con más de 15.000 seguidores en Abu Dhabi, el Palmeiras lo quiso más. Lo peleó, pero no se lo llevó. Seguirán las burlas de sus vecinos, ya nadie se acuerda de la Copa de Rio que ganaron a la Juventus en 1951, el torneo que precedió a la Copa Intercontinental. La Copa del Mundo también era el único título le faltaba al Chelsea. Ya no. Havertz, que ya marcó en mayo para ganar la Champions League en Portugal, logró también el gol con el que los londinenses se proclamaron campeones del mundo.
Fue un juego pesado y espeso. Lento. A Palmeiras no le importó conceder la posesión y tratar de golpear al contraataque. Amenazó continuamente con la velocidad de Dudu, Rony y Veiga. El primero de ellos tuvo algunas de las ocasiones más claras del duelo, pero sin puntería. Al Chelsea le faltaban ideas. Incapaz de encontrar espacios, no hubo quien tuviera un momento de lucidez y viese la solución. Nadie tomó esa responsabilidad. Ni Mason Mount, que se marchó a la media hora de juego con problemas físicos. Sendos disparos desde larga distancia de Thiago Silva y Rüdiger fue lo mejor que ofrecieron los londinenses en ataque en el primer acto.
Apareció Romelu Lukaku. Abrió la lata antes de llegar a la hora de juego. Saltó, se impuso a dos zagueros y conectó con un centro de Callum Hudson-Odoi. Batió a Weverton con un cabezazo potente y certero. Reaccionó rápido Palmeiras, pero fue Thiago Silva quien les devolvió la vida. El brasileño conectó un centro con la mano, provocando el penalti con el que Raphael Veiga empató el duelo. Los reajustes que ambos entrenadores hicieron diez minutos después volvieron a cerrar un partido que recién se había abierto. Se marcharon los goleadores y se redujeron las ocasiones. Hasta la prórroga.
Asedió entonces