Sucede muchas veces: los Celtics no salieron a jugar el primer cuarto del segundo partido de las Finales 2022 de la NBA. No, se lanzaron al quinto parcial del duelo inaugural, con la inercia de su deslumbrante remontada del jueves. Como si solo hubiera transcurrido un breve descanso para coger aire y no hubieran pasado, en realidad, casi 72 horas. Los Celtics, era obvio, se habían pasado los días enjaulados en el hotel, felices pero ansiosos, con ganas de jugar más. Habían visto la ruta hacia el anillo como una autopista, el Chase Center como una lujosa parada hacia la gloria. Y salieron a jugar convencidos de que las Finales podían ser cortas, de que olía a sangre en la Bahía.