Después de un largo intercambio, mostrando una madurez impropia para su edad, el 17 de abril de 2005, Rafa Nadal, ante Argentine Guillermo Coria, lograba su primer torneo Masters 1.000. Sobre la tierra de Montecarlo, donde se dejaba caer fruto de la emoción, con 18 años y 318 días. 6-3, 6-1, 0-6 y 7-5 en tres horas y nueve minutos que ya son historia, que la empezaban: el primer bocado a un trofeo de tanta entidad, a uno icónico, además, en la superficie de la que terminaría siendo rey absoluto. Símbolo de una precocidad que está de moda en el mundo del deporte. Cada vez es más habitual ver a jóvenes talentos reinando en las competiciones más importantes. La palabra prodigio, sin ir más lejos, se está pronunciando y escribiendo más que nunca. El balear, el tenista con más grandes de la historia, siempre será uno de sus máximos representantes, pero la lista aumenta. Y con más alegrías nacionales.