Por el bronce y el orgullo
«Este será mi estadio, tengo ganas de marcar goles”. Eso pensaba Antoine Griezmann cuando crecía en Zubieta. Entonces „jugaba más bien de organizador, una especie de número 10“, recordaba en su biografía, Detrás de una sonrisa. Era 2006. Hoy, en 2022, regresa a ese estadio que, en efecto, logró poner a sus pies con sus goles, para cerrar una temporada extraña. La comenzó en el Barça, tres jornadas antes de saltar adonde sentía que no se debía haber ido, los brazos del Cholo, el Atleti. Pero cuando volvía a ser Griezmann en diciembre le llevó a la enfermería tres semanas y luego mes y medio. Vuelve a Donosti con la confianza intacta del Cholo pero las botas secas (). De regreso, quizá, a ese Grizi que miraba Anoeta con sueños de niño. Es ejerciendo de 10 como más ha brillado este curso. El Griezmann que se sacrifica y hace jugar. Cedido por el Barça, la obligación de compra es para 2023. Cerezo hace dos días confirmaba que seguirá. Es capital para el Cholo ().


