Horford es el orgullo: los Celtics empatan la serie del año
Hay tantos refranes sobre la vejez, que podríamos elegir más de uno para reivindicar a cada jugador que de cuando en cuando demuestra en la NBA que la edad no siempre es sinónimo de decrepitud. Lo de LeBron James ya lo sabíamos, lo de Chris Paul lo hemos vivido y así con un sinfín de grandes leyendas que han escrito su currículum, también en parte, alargando su carrera. Sin embargo, en esa segunda fila de la mejor Liga del mundo se sitúan también una pequeña burguesía que es en realidad muy grande y a la que pertenece un hombre al que se creía ya lejos de su mejor nivel, sin posibilidades de competir entre los grandes y volver a ser diferencial en una pista de baloncesto. Una forma más de equivocarnos como otra cualquiera, ya que perro viejo nunca muere. O, dicho de otra manera: los perros viejos no tienen dientes, pero sí colmillos. Y esos colmillos los ha enseñado hoy Al Horford.


