Parece inevitable. Es eso que sabes que va a suceder, pero que no puedes parar. Es la sensación que Carlos Alcaraz transmite sobre la pista, tanto a los espectadores como a los rivales. Gael Monfils (28º del mundo), ducho en la escuela del tenis, ya no tienes dudas. Su sonrisa en los últimos juegos, mirando a su equipo de forma incrédula, le delataba. Llegaba de eliminar a Daniil Medvedev, bajándole del número uno, y no pudo ni cosquillear a Charly. Ni con una de las derechas más rápidas de la historia: 199 km/h para cerrar el primer juego. Una mera anécdota, embotellada y perdida en un mar de talento. 7-5 y 6-1 en 1h17 con un mensaje claro: Alcaraz no está en Indian Wells para ilusionar ni para progresar, está para ganar. Lo quiere todo y se siente preparado. Cameron Norrie o Jenson Brooksby, el siguiente escalón a subir, en cuartos de final, antes de unas semifinales en las que. La historia insiste en entrelazarles. También parece inevitable.