Bryan Gil, que acaba de cumplir 21 años, ha recuperado en Mestalla la sonrisa, “porque cuando un futbolista no juega está triste, alicaído”, que es cómo se sentía en Londres. Ahora sueña con llegar a su primera final de Copa y el año que viene, ya se verá: “Yo soy un mandado”. El gaditano confiesa que esta semifinal contra el Athletic tuvo mucha culpa en su fichaje, en su decisión de recalar en el Valencia en el mercado de enero, como también el interés que mostró el club, con llamadas de José Bordalás incluidas, y la presencia de compañeros y amigos como Carlos Soler, Hugo Guillamón y José Luis Gayà.