Toda la belleza de un escenario imponente, la magia del aislamiento deseado, la sencillez de escalar en compañía de un amigo, la paz anhelada protegido del frío en un saco de dormir… todo lo que hace del alpinismo un ejercicio de escapismo, una vida feliz dentro de la vida, todo esto estalló con violencia en segundos que dieron paso a un caos de gritos, dolor y terror. Alcanzados por un desprendimiento de hielo y roca mientras descansaban de madrugada, el argentino Tomy Aguiló (36 años) y el italiano Korra Pesce (41) entendieron rápidamente que, aunque habían sobrevivido, estaban tan cerca de la muerte que el mundo que instantes antes abrazaban como seguro había desaparecido. Igual que en un escenario de guerra, como si un obús los hubiese percutido, tardaron en comprender el alcance de sus heridas. Tomy podía ponerse en pie; Korra era incapaz. A su alrededor, su material de escalada y de vivac había desaparecido prácticamente y se hallaban aún en la mitad de una pared en cuya cara norte acababan de abrir una vía nueva, un nuevo hito en su impresionante carrera de alpinistas.