No elegimos el vínculo con un equipo. Llega sin más. Generalmente por proximidad afectiva o geográfica. Eres del club de tu ciudad. O del que era tu padre. Por eso cuando falta, cada maldito partido te recuerda a él. La cuestión se vuelve más artificial si uno cambia de país e intenta encontrar una razón emocional para seguir cada jornada futbolística local. Toca elegir colores conscientemente por primera vez. Y hay cosas que ayudan. En Italia, por ejemplo, hay un club que juega un derbi casi cada fin de semana. Un equipo al que prácticamente odian todos los demás y cuya afición soporta cada domingo algún tipo de insulto racista. El último episodio tuvo lugar hace una semana en Verona, donde lostifosi venetos colocaron una pancarta con unas coordenadas geográficas junto a las banderas de Rusia y Ucrania. Como diciendo, apuntad bien, ahí es donde hay que lanzar el misil. Si uno las introducía en el GPS, descubría que era la latitud de Nápoles.