Cuando en el verano de 1968 llegué al Real Madrid con 17 años desde mi Salamanca natal, todavía formaba parte de la primera plantilla del Real Madrid y en las dos temporadas que estuve en el juvenil y en el aficionado, el primer equipo con él con el 11 ganó dos Ligas consecutivas. Como todos los jugadores de la cantera teníamos el privilegio de tener un pase para acudir al Santiago Bernabéu y podíamos ver casi todos los partidos, salvo que coincidiera con los nuestro yo no me perdía uno. Podía tener ya 35 años, pero con la pierna izquierda. Tiraba los penaltis. Entonces, que yo era un chaval, verle en directo me causaba una sensación especial porque era una de esas leyendas de nuestro fútbol que cuando eres niño tienes idolatrada.