El Camino Portugués de la Costa avanza pegado al mar desde A Guarda, en la frontera con Portugal, mecido entre brisas y horizontes azules. En Redondela gira para darse las manos con el Camino Portugués del Interior para, juntos, llegar a Santiago de Compostela. Un trazado singular, hecho de agua y tierra en el que todo es dual: una ostra sabe a sal y a dulce, una camelia huele a flor y a océano. En el aire se entrelazan trinos de mirlos con graznidos de gaviotas. Faros que iluminan el Atlántico, islas para divisar tierra, versos que son anclas de las letras gallegas y prosa en castellano que trascendió cualquier frontera. De las playas infinitas a la Galicia milenaria, 162 kilómetros que guardan las esencias de esta experiencia jacobea única.