Cuarenta grados de temperatura y más de 50 km/h durante 64 kilómetros para fundir el tiempo. Dos minutos de diferencia respecto a Tony Rominger, segundo clasificado, pletórico y preparado para hacer tambalear la dinastía. La contrarreloj de Miguel Indurain en Bergerac, en la novena etapa del Tour de 1994, ratificaba por enésima vez la condición extraterrestre que la prensa francesa ya le había atribuido. Una de sus exhibiciones más imponentes y emocionantes. Una que, en la clasificación parcial, dejaba a Piotr Ugrumov, con mucho, muchísimo por decir aún, a 6:04 minutos, en décima posición. «Si me recuerda como un rival, ya es un privilegio», se deshace el exciclista letón en el documental Las Víctimas de Indurain, de Movistar +. Después de lo vivido en primera persona, palabras de elogio y respeto. Dedicatoria a un marciano que, en ciertos momentos, él hizo sentir humano.