Se llamaban Enrique, Natalio y Santiago. Los tres hermanos Cayuela procedían de una familia liberal, republicana e intelectual de Pamplona, “incómoda” en aquellos años 30 con hedor a guerra. Y eran “sospechosos, peligrosos, una amenaza”; parte de esa “zurdería” y ese “eje del mal” que, pensaban los golpistas del 36, se debía eliminar a toda costa para que no siguiera expandiéndose el veneno de la izquierda. De una forma u otra, los tres estuvieron vinculados al nacimiento del Club Atlético Osasuna, por una serie de jóvenes de familias acomodadas, formados académicamente y en su mayoría vasquistas. De ahí el nombre en euskera: salud, vigor, lozanía. Nada de la terminología anglosajona tan propia de la época.