Shiffrin, la cara amarga de Pekín: sin medalla e increpada
Una de las vertientes más duras del deporte. Bajo el manto del éxito, en medio de ese halo divino que envuelve a muchos deportistas de élite, se esconden personas. Seres humanos, simple y llanamente. Una obviedad que muchas veces se olvida. Incluso en los tempos presentes, en los que la salud mental tiene más repercusión que nunca. La crítica despiadada, la falsa percepción de que los atletas están constantemente en deuda con sus seguidores, la intolerancia al error. Todo sigue. En Pekín, como ya pasara en Tokio, los atletas locales han sido objeto del más duro escrutinio. Quedarse lejos de los hipotéticos objetivos, en su caso, es tachado de antipatriotismo, como ejemplo.
Todo se multiplica, claro, cuando las expectativas generadas son máximas. El castigo por no alcanzarlas casi siempre es mayor que las cotas prometidas. Este ha sido el caso de Mikaela Shiffrin en estos Juegos Olímpicos de Invierno. Bicampeona olímpica, 116 podios y 73 victorias en Copa del Mundo, la deportista con más victorias en una misma disciplina, la oportunidad de ser la esquiadora estadounidense (en categoría masculina y femenina) más laureada del olimpismo… Todo en su contra en sus múltiples caídas. En Pekín, no ha podido completar tres de sus seis pruebas programadas. En el eslalon paralelo por equipos mixtos, tenía la última oportunidad de medalla, pero a la sexta tampoco fue la vencida. Oro para Austria, plata para Alemania y bronce para Noruega tras superar, precisamente, a la campeona del mundo, a Estados Unidos. A Shiffrin.
El equipo estadounidense se arropa ante la alegría noruega.FABRICE COFFRINI (AFP)
Un drama deportivo que, avivado desde la opinión pública, se termina convirtiendo en personal. «Tu tiempo ha terminado, retírate», «perra