La energía contradictoria de Valverde

Javier Sillés

Al Madrid nadie le baja de la rutina victoriosa en la que se ha vuelto a instalar. El desenlace en Mallorca fue el de casi siempre, con Vinicius y Benzema como bandera, sacando esta vez a Courtois de la ecuación al no verse exigido. A base de calidad y fervor competitivo liquidó a un Mallorca que, en todo caso, no mereció un castigo de tal contundencia. Todo empezó por Valverde, siempre dispuesto a dar la lata al rival en la presión. El balón que le arrebató a Baba resultó el origen del triunfo. A efectos contables, su participación e influencia en el partido fueron determinantes, pero no es menos cierto que nunca terminó de pesar en el juego.

Clave en el despliegue exhibido por el Madrid ante el PSG, Valverde volvió a acreditar su potencia y vigencia física. Aunque no terminó de arrancarse en profundidad, una de sus virtudes más destacadas, recorrió de punta a punta el campo y no ganduleó en ningún esfuerzo. Desde esta perspectiva, no hay nada que reprocharle. En cambio, Valverde descuidó la posesión (ocho balones perdidos), persistió en errores que envalentonaron al Mallorca en las transiciones y su mapa de asociaciones fue extremadamente limitado. Al Madrid le faltó control en el primer tiempo porque no estaba Modric, pero también por el desacierto del centrocampista uruguayo. A Valverde le sobra vigor y sus intervenciones echan de menos mayor meticulosidad. No es cuestión de que se temple, simplemente parece que necesita corregirse en algunas situaciones de juego. Al menos para el Madrid, su energía lo puede todo por ahora. No hay nada que no pueda remediarse con su identidad guerrera.

La recuperación de Valverde en el gol de Vinicius procede de una gran lectura posicional del uruguayo. Al ver la buena