Diego Martínez y su ADN perico

Hay clubes que, por tradición, simpatizan más con un entrenador que con otro, obviamente retienen en la memoria a los que más ganan, como Javier Clemente en aquella UEFA del 88, José Antonio Camacho o Ernesto Valverde. Todos ellos son tan distintos como la noche y el día, pero la percepción del aficionado era la misma: los equipos funcionaban, el esfuerzo no se negociaba en los mejores momentos. Históricamente, el equipo perico fue más de correr que de jugar, de presionar y salir al contraataque, de jugadores más que de colectivos. La orquesta de Joan Francesc Ferrer, Rubi, es una excepción que no tuvo continuidad.

En ese mismo saco, el de Camacho como icono del técnico ideal para el Espanyol, se engloba un Diego Martínez que llega con el aval de sus tres años soñados en Granada con el ascenso a Primera y la clasificación para la Europa League. El, si no hay algún problema logístico que alargue ese anuncio, el nuevo entrenador del Espanyol, se caracteriza por liderar equipos que se construyen desde una extraordinaria organización defensiva y desde esa presión en campo rival que ha faltado esta temporada. «Hay que adaptarse a los jugadores y potenciar sus virtudes», siempre repite el técnico gallego, por lo que para plasmar sus ideas necesita primera una plantilla acorde a ello. De lo contrario se adaptará como ha hecho siempre en categorías más modestas.

«Esto es como una planta que hay que regar todos los días. Hay que cuidar el buen rendimiento, ligado a unos valores. Que los defiendan. Que, de alguna forma, más allá de lo personal, el equipo quede por encima de todos nosotros. Se logra con querer hacerlo así. Es algo que se consigue en el día a día, como el prestigio», comentó recientemente Martínez. Sus ideas de juego