El derbi monocolor se quedó en casa, almacenado bajo siete llaves o, lo que es lo mismo, la nube de euforia de San Mamés. Fue un destrozo en toda regla. El primer Athletic-Real Sociedad que se recuerda sin afición guipuzcoana fue un monólogo en la grada y en el campo, donde el equipo bilbaíno acabó entre olés, lanzados por el personal viendo tanta delicia propia y sufrimiento del vecino. Fue el que más propuso y con más nudillos tocó a la puerta del gol. Cuando se atasca el gatillo, esta plantilla se abre paso con su prodigiosa estrategia. Dos goles en un par de saques de esquina, cada uno lanzado desde un rincón, permitieron la revancha rojiblanca de la final de Copa del año pasado. Luego remataron la exhibición Williams y Muniain.