La temporada de los Hawks es extrañísima. Tanto que ahora mismo es casi imposible imaginar dónde va a acabar. Después de jugar la última final del Este y de conservar con dinero e ilusión un roster prometedor, el desastre parecía un hecho hasta que ha llegado una resurrección que parecía inesperada hace apenas dos semanas: después de ganar con mucha autoridad a los Celtics (108-92), los de Georgia están 23-25 con seis victorias seguidas. Han llegado después de cinco derrotas consecutivas y nueve en once partidos. Desde el 14-14 todo pareció irse al traste. Pero ahora vuelven a rozar el 50% y acarician la zona play in. Han adelantado a los Knicks y tienen a un partido a Raptors y a estos mismo Celtics (25-25) que son la definición de equipo que vive día a día: si entran los tiros a los Jays (Jaylen Brown y Jayson Tatum), bien. Si el rival es accesible o llega con problemas, bien. Si la noche se tuerce, se repiten los mismos errores. Partido tras partido. Los Celtics no son un equipo con buenas o malas rachas, a diferencia de los Hawks. Son lo que son.