Cuando marcó el último penalti de la tanda de, en Milán, Enrique Cerezo Torres (Madrid, 74 años) estaba sentado solo en una barra del bar del antepalco, en el interior del estadio, acompañado únicamente por un camarero italiano que no daba crédito a su presencia allí. Había salido disparado de su asiento, el correspondiente al presidente del Atlético de Madrid, en cuanto Juanfran falló su penalti. Estaba viviendo los 120 minutos de esa final agónica como si fuesen los últimos de su vida; el penalti fallado hizo que explotase. “No aguanté más. Normalmente suelen bajar los presidentes de los dos equipos a saludar al perdedor y al ganador, pero yo me cabreé tanto que fui incapaz de bajar o decir algo. Me quedé allí en aquella barra. Estaba solo. Me acuerdo perfectamente”.